
El 6 de diciembre la reforma constitucional en materia político-electoral del Presidente de la República ha sido rechazada y entre ese día y la madrugada del siguiente, el 7 de diciembre, las modificaciones a cuatro leyes ordinarias en la misma materia fueron aprobadas por los diputados a los que se ha dado en llamar oficialistas y sin la presencia de los diputados de la oposición, los cuales se retiraron del salón de plenos de la Cámara de Diputados Federal, mucho antes de concluir la sesión.
El Presidente de la República, Morena y sus aliados, no tienen costes mayores por más que no se haya reunido la mayoría calificada de diputados para aprobar la reforma constitucional y por más que los diputados de oposición se hayan retirado de la sesión en la que se discutió y aprobó la reforma legal política-electoral.
No perdió el Presidente de la República y los aliados, porque el pírrico triunfo de la oposición al rechazar la reforma constitucional, en sus efectos políticos y mediáticos fue anulado unas pocas horas después con la aprobación de la reforma legal política-electoral (El llamado plan B).
No perdió porque el argumento toral de la oposición para rechazar la reforma constitucional fue que el Presidente de la República pretendía desaparecer al INE y anular a otras instituciones electorales como los órganos públicos locales electorales (El INE no se toca, decían como lema) lo cual es falso, porque la reforma constitucional proponía, no desparecer, sino modificar al INE y atribuirle mayores potestades y facultades para la gestión de otros mecanismos de democracia participativa como las consultas y la revocación de mandato, por lo cual, precisamente por esas nuevas atribuciones debía llamársele INEC (Instituto Nacional Electoral y de Consultas).
No perdió el Presidente y sus aliados, porque el sentido común dicta que, si algo se puede mejorar, hay que mejorarlo, y eso se proponía con respecto al INE y con relación al sistema electoral mexicano en su conjunto.
No perdió el Presidente de la República y sus aliados, porque proponía un esquema de austeridad presupuestaria para los partidos y entidades públicas electorales (la oposición grita que el dinero público destinado a esos órganos es inversión no gasto ineficiente) pero la opinión concurrente de la mayoría de las personas es que es un dispendio el gasto público electoral como se ha desarrollado en el último decenio.
No perdió el Presidente de la República y sus aliados, porque se proponían normas para la racionalidad y austeridad en la asignación de recursos públicos federales y locales a los partidos políticos, que han prohijado una élite partidaria gastalona y oprobiosa.
No perdió el Presidente de la República, porque en la reforma sometió a la consideración del Congreso de la Unión adelgazar a los ayuntamientos de los muchos regidores que tienen, a las cámaras locales propuso descremarlas del exceso de diputados, a la Cámara de Diputados Federal sugirió meterla en cintura con solo 300 diputados en vez de 500, y en disminuir a menos de 100 los senadores que hoy llegan a 128. En suma, propuso retirar la lepra de parásitos que viven a costas del erario público. O es que, usted, conociendo a los regidores que conoce, a los diputados locales que identifica, y a los diputados federales y senadores que ubica (solo se salvan algunos) ¿piensa que personas de ese talante son necesarios, que ayudan a la democracia?
No perdió el Presidente de la República y sus aliados, porque en la reforma a la Constitución sugería que los deficientes órganos públicos locales y tribunales estatales electorales, dieran paso a un sistema administrativo y judicial electoral nacional, pues el actual solo representa un costo elevado sin mayor beneficio ostensible.
No perdió el Presidente de la República ni sus aliados, porque proponía la aplicación de nuevas tecnologías de la información y la comunicación para la emisión del voto de las personas mexicanas en el extranjero, lo cual habría facilitado la expresión política de los mexicanos emigrantes, que son millones.
No perdió el Presidente de la República ni sus aliados, porque propuso un re-diseño constitucional para garantizar que personas que pertenecieran a grupos vulnerables tuvieran una tasa mínima de acceso a cargos de elección popular.
No perdió el Presidente de la República ni sus aliados, porque proponía un nuevo método de elección que beneficiaba, incluso, a la oposición en la integración de las Cámaras y en el uso de tiempos en medios de comunicación, de forma más democrática.
No perdió el Presidente de la República ni sus aliados, porque propuso nuevas normas constitucionales para garantizar la legitimidad de origen de los consejeros integrantes del INE (sería INEC) y magistrados del Tribunal Electoral.
Todas esas propuestas eran y son de sentido común y son coherentes con los anhelos populares de un sistema electoral austero, legítimo y justo.
En realidad, quien perdió fue la oposición de los partidos PAN (insistiendo en la segunda vuelta, por demás criticada) PRI (solo atinó a propuestas discursivas) y el anecdótico PRD (nulo, por su propio peso) porque son ellos quienes dijeron no a las propuestas anteriores o simplemente, como ocurrió con MC que solo se hizo a un lado, con rabietas escasas.
Aunque la reforma constitucional en materia político electoral no pasó, el Presidente no perdió, perdió la oposición, porque dijo no a todas las propuestas por demás sensatas y esto lo saben todas las personas.
Por eso es que se dice que el Presidente, si no pasaba la reforma constitucional, ganaba en términos políticos, y si pasaba, también ganaba.
El problema con la oposición es que no acaban de entender que las elecciones y luego, los gobiernos, se ganan en la calle, convenciendo gente, no solo con saliva o dádivas, sino con actos e imágenes de rectitud que no están dispuestos a construir, o es que ¿Acaso los políticos del PAN, PRI, PRD y MC están dispuestos a renunciar a sus lujos y estilos onerosos de vida?