Las razones del imperio
Las razones del imperio no son el imperio de la razón, sino la expresión del propio imperio de la necesidad primera de vivir, desarrollarse y reproducirse en su utilidad, con o sobre los demás.
Puede parecer raro que el imperio tenga la necesidad de “justificar” sus acciones y omisiones -porque es imperio-, pero ello obedece a su mismo propósito de seguir siendo imperio por el mayor tiempo posible y quizá atienda a un mínimo ético.
Si el imperio ejecutara sus decisiones sin expresar razón alguna, el descontento del resto del mundo aumentaría más, de forma más acelerada y esto daría paso a un cambio cualitativo en el orden de las cosas.
Por el contrario, cuando el imperio “justifica” sus decisiones -comprendiendo en estas las decisiones internas que repercuten en el resto de la tierra- busca la comprensión y aceptación de las razones que aduce, aunque no sean agradables -las decisiones-, pero sí necesarias -al menos en apariencia- para realizar valores en los que también el resto del mundo cree. Eso le permite prolongar su carácter de imperio.
Eventualmente, el imperio puede aducir razones que al final sean pura y simplemente falacias; lo que por un lado implica que el imperio puede carecer de un mínimo ético, mientras que por otra parte se debe entender que sus justificaciones deben valorarse solo como provisorias, hasta en tanto existan otras razones mejores.
El imperio hará valer todos los medios –“razones”- a su alcance para seguir siendo jefe súper soberano, lo que comprende imponer su filosofía, sus concepciones científicas-técnicas, su visión del arte, tomar medidas económicas, políticas, militares, culturales, jurídicas y de todo orden, pues cada expresión del imperio es una raíz en que se arraiga, es desarrollo y cimiente.
El orbe restante, carece de esas posibilidades de enraizamiento, de dominancia en su conjunto, pues a veces se tiene un arte poderoso, pero no una economía potente; a veces se tiene una economía fuerte, pero no un poderío militar, y así por caso, de manera que el imperio se funda en todas esas raíces o brazos conjuntos que se extienden por la tierra y que de inicio nadie más tiene como él.
Ese poder del imperio le permite -de hecho, no éticamente- apartarse de principios regularmente observables.
El imperio, sin ser elegido, se convierte en gobierno sobre los gobiernos de la tierra, y cuando lo juzga necesario dicta leyes, juzga y ejecuta resoluciones para el mundo, algo que es impensable para el resto de las comunidades nacionales, ya que no es admisible que una sola persona dicte normas, sea juez y ejecute sus resoluciones ni dentro ni fuera de sus fronteras.
El imperio, aunque tiene un carácter universal, también lidia con otras naciones que se pueden considerar como para-imperiales que, sin tener su dominancia, la disputan, a veces basadas más en un solo brazo de su poder y no en un conjunto, como puede ser el poder amenazante real de las armas nucleares y similares.
Las naciones no-imperiales, ni para-imperiales, que son la mayoría, al carecer de ese poder basado en uno o dos brazos, o en el conjunto de ellos, que no tienen, sin embargo, en muchos casos poseen razones legítimas frente a los excesos del imperio o de las naciones para-imperiales y se aducen de forma regular, incluso con un eventual éxito, aunque es evidente que, juntas todas las naciones no imperiales ni para-imperiales, quizá sean la mayor fortaleza del mundo, pero no hay acuerdos, coordinación, acciones concertadas, ni más, para posicionarse, salvo casos muy raros.
Las “razones” del imperio muchas veces no lo son, y muchas veces carecen de ética, incluso, otras tantas veces no se deliberan, por lo que, se subraya, el imperio padece una deficiencia justificativa, que no lo legitima.
Lo contradictorio es que, en muchos casos, se le toma al imperio como “modelo” o “arquetipo” de un buen hacer, cuando cosas buenas todo mundo tiene.
Así como una democracia con personas esclavas, por definición, no puede ser democracia; una democracia, en la que una persona ciudadana no cuenta directamente al votar, en la que no se respeta el derecho a ser, en que se levantan muros, en que se imponen restricciones arancelarias al resto de las naciones desde una óptica interna, en la que se niega o da apoyo militar por ventajas propias, en que se ejercen todos los poderes por una sola persona en el mundo y más, no puede ser democracia, ni modelo.
Las razones del imperio, así, no son muchas veces el imperio de la razón.
BCT

