La democracia partidista. El interés personal sobre el general

La democracia partidista. El interés personal sobre el general

La democracia es uno de los anhelos de toda sociedad para contrarrestar los excesos del poder; es ahí donde debería encontrar el equilibrio de fuerzas entre el pueblo y el gobierno. Es un medio para acceder a la justicia social, donde sea tomado en cuenta el sentir y las necesidades de las personas. Sí, nace como un derecho humano de primera generación catalogado dentro de los derechos civiles y políticos.

A la par, junto a la democracia, está la política, ciencia por demás compleja donde se conjugan políticos, ideologías e intereses, estos últimos pueden viciarla; es decir, pueden acabar con la democracia, con la sana política, si es que existe, e interponerse por encima del interés general y colectivo.

Una vez que el pueblo pudo arrancar el reconocimiento de este derecho humano a los monarcas, en la historia de la humanidad, el siguiente paso fue la organización de la sociedad para acceder al gobierno, dando paso a la formación de partidos políticos. Eventualmente, esto se transformó en los espacios donde teóricamente la ciudadanía se aglutina bajo principios y valores comunes, además de intereses que se comparten, para formar e integrar un programa de gobierno acorde con las necesidades de una nación, resultando así el conector entre el Estado y la sociedad civil.

Se menciona que teóricamente así debería de ser; sin embargo, la realidad partidista en nuestro país dista mucho del origen conceptual de un partido político. Más allá de que el ciudadano confíe en ellos para socializar principios, ideologías e intereses comunes, muchas de las veces solo ven en estas organizaciones legalmente constituidas cómo se da el apoderamiento de estos por cúpulas o personajes políticos sin escrúpulos que, mediante argucias y artimañas, los utilizan para satisfacer sus egos de poder tanto político como económico. Cabe mencionar que no negamos la existencia de excepciones de políticos comprometidos.

En México, los primeros antecedentes de la sociedad organizada para acceder al poder, se dice, fueron las logias masónicas como fue el Rito Escocés y el Rito Yorkino, friccionadas entre sí por quienes las conformaban y el tipo de gobierno que pretendían: centralista y federalista; hasta el surgimiento de la Gran Legión del Águila Negra que pretendía amortiguar las ideas contrarias que llegaron incluso a la violencia.

Desde entonces, la lucha entre centralistas, federalistas y, posteriormente, entre conservadores y liberales mantuvo a una sociedad mexicana dividida, hasta dar paso a los partidos políticos, partidos constitucionalistas, antirreeleccionistas, partidos católicos. Después de la Revolución Mexicana, estos mismos se transformaron en la hegemonía del Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana, ahora Partido Revolucionario Institucional, hegemónico por más de 70 años y el Partido Acción Nacional que pudo acceder a la Presidencia de la República del 2000 al 2012.

Otros partidos, solo por mencionar algunos, han sido el Partido Popular Socialista, el Partido Comunista, el Partido del Trabajo, el Partido Socialista Unificado de México, Partido Mexicano Socialista el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, Partido Verde Ecologista, etc.

La historia de la democracia y los partidos políticos en México estaría incompleta si se dejara de mencionar el Frente Democrático Nacional impulsado por Cuauhtémoc Cárdenas, posteriormente formando el Partido de la Revolución Mexicana, el cual lo postuló por tres ocasiones como candidato a la Presidencia de la República sin obtener resultados a su favor. Los fraudes son otro punto en la democracia mexicana.

El último de los partidos exitosos, además de lo que representa, ha sido el Movimiento de Regeneración Nacional. Encabezado por Andrés Manuel López Obrador como su candidato, ha sido un partido joven que logró acceder a la Presidencia de la República, así como a varias gubernaturas.

Muchos de los miembros de varios partidos políticos han migrado de un partido a otro, llamando especial atención aquellos que postulan ideologías contrapuestas, pero que por el interés de acceder o mantenerse en el poder dejan de lado principios y valores democráticos y de interés general de la sociedad por los intereses muy personales, alejados de lo que debería ser una verdadera política de servicio.

Hoy, por el momento, un partido nacido del clamor democrático, y ya sin su principal fundador e impulsor, se debate entre la vida y la muerte. Un partido que tenía a nuestro Estado como su principal bastión es presa de grupos, de aquellas llamadas así en el argot político como tribus, que terminarán por sucumbirlo. Unos para proteger a sus exjefes o líderes políticos y otros para administrar lo poco que queda de aquel partido que fue un parteaguas en la política mexicana.

rmr

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