InteligencIA

InteligencIA

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La capacidad o cualidad de las máquinas-programas para conocer, comprender y resolver problemas en forma semejante a como lo hacen las personas humanas es lo que se puede ofrecer como una noción de inteligencia artificial.

En la historia, existen antecedentes concretos de inteligencia artificial en varias civilizaciones de la antigüedad y en la Edad Media (relojes con funciones y figuras automatizadas, son un ejemplo).

Lo que ha sucedido, en especial a partir de la segunda mitad del siglo XX es que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación potenciaron captar, registrar, procesar datos y producir información y resultados de forma cada vez más rápida frente a problemas específicos.

Un ejemplo de ese desarrollo es que, por ejemplo, Google, traduce un texto que se proporciona de una lengua a otra de las que tenga definidas con más o menos proximidad a su forma natural. Sin embargo, la traducción eventualmente aún ahora es muy “literal” y no “natural”.

Lo que sucede con la inteligencia artificial es que hoy existe un volumen muy, muy grande de datos que se pueden asociar sobre un tema, las máquinas tienen una capacidad amplísima reflejada, por ejemplo, en sus ahora muy potentes procesadores, hay una intercomunicación de muchísimos equipos, muchísimas más redes que hace años, han mejorado sustancialmente los lenguajes de programación, las aplicaciones y así tantos aspectos.

De hecho, la comunicación con las máquinas es mucho más simple y en un lenguaje más natural y menos codificado.

Esto ha supuesto que las preguntas que se hacen, los temas que se proponen a los programas de inteligencia artificial nos arrojan resultados de forma rápida y en general bien estructurados sobre aspectos específicos, tanto, que parece que una persona hubiera producido el resultado, cuando es fruto del programa elaborado por el ser humano.

De hecho, aquí conviene decir que hay una rama de la inteligencia artificial específica o específicas, esto es, que se refieren a cierto problema o conjunto de problemas definidos y determinados, por ejemplo, responder preguntas temáticas; elaborar textos; elaborar presentaciones o imágenes; servir de traductor voz-audio-voz en tiempo real; aplicaciones robóticas, etc.

Una inteligencia artificial general, esto es, que conozca, comprenda y brinde respuestas, resultados y acciones para la variedad de problemas que presenta la vida en general en sus muy diferentes ámbitos, aún no existe.

El “boom” de la inteligencia artificial especial que se vive hoy en día se debe a los avances antes indicados, pero también a la necesidad, al ritmo de la propia vida, pues el día a día exige resultados prácticamente inmediatos para cualquier cosa: si estás en la escuela y quieres saber de un tema de derecho, arquitectura, medicina, etc., preguntas al ChatGPT y el programa te brinda un resultado escrito o en forma de presentación de Power Point por ejemplo, en cuestión de segundos o minutos.

Si trabajabas y te piden informar sobre la precipitación pluvial en México de 2020 a 2024, ChatGPT, como cualquier otro programa de IA, te arroja resultados casi inmediatos sobre la evolución del volumen de agua que se ha precipitado.

Para producir esos resultados, la IA se basa en todos los datos disponibles en las redes, los procesa, organiza y presenta de una forma estructurada.

Para tener una “idea general” la IA es útil, pero hay que emplearla con cuidado, porque la IA no tiene acceso a todas las fuentes de información que una persona sí tiene: por ejemplo, si la información está en un libro físico, en un vestigio arquitectónico o en un formato no electrónico; la IA, no pasa por un tamiz crítico las fuentes de información y no distingue su confiabilidad, ni su peso, ni su valor; la IA eventualmente soslaya datos o no presenta los datos relevantes correspondientes a un problema; las respuestas que ofrece la IA no contrastan sus hipótesis de respuesta frente al contexto real en tiempo y espacio y así varios aspectos.

Se entiende que la exigencia de la inmediatez de resultados lleve a las personas, cualquiera que sea su perfil: usuarios comunes, estudiantes, profesionistas, servidores públicos y demás, a presentar productos de IA ante los requerimientos que se les hacen, sobre todo, porque se genera una competencia con otras personas que pueden presentar el mismo resultado igual de rápido al usar la IA.

Sin embargo, esa inclinación a usar la IA, también es causada a veces por una ley de menos esfuerzo de las personas (¿Para qué esforzarse en hacerlo, si la IA lo hace por ti?) pues el uso de la IA es muy simple, bastando en muchos casos con hacer una pregunta en lenguaje natural.

Pero hay muchos riesgos como los atinentes a la información, su fiabilidad e integridad ya señalados y, me parece en especial, para el ser humano, el riesgo es justo caer en una pereza en camino a la atrofia del razonar.

Piense: antes usted registraba en su memoria los números telefónicos de las personas, hoy no los recuerda porque están en su celular; antes usted realizaba manualmente operaciones de división, multiplicación, suma, resta y hoy muchas veces depende de la calculadora automática; antes, usted escribía todas las frases en su celular y cuidaba su ortografía, ahora el texto predictivo lo hace por usted, bien o mal; así, si se usa la IA, es muy probable una deficiencia progresiva -sin alarmarnos- en habilidades de lectura, escritura, abstracción, etc, porque la IA le dará los resultados sin leer, sin escribir, sin comprender, sin abstraer, entre otros aspectos.

La IA específica es útil, y como muchos lo usan como una herramienta de apoyo, pero se debe aprender a usarla en la proporción y la manera adecuada, no en forma sustituta y, si bien en la actualidad ha avanzado en su perfil específico, aún la IA general no es una realidad.

RYE

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