Inflación y deflación de “palabras"
El lenguaje escrito u oral, amén de muchos otros como el corporal, tiene como fin esencial la comunicación, con intenciones diversas.
En lenguaje común, escrito u oral, puede ser o dar paso, ya de entrada, al filosófico, artístico o científico.
En las ciencias exactas, también en la lógica, el lenguaje tiende a ser concreto, pues un símbolo tiene un amplio significado, como es una “n” o la fecha con punta hacia la derecha → o un símbolo de infinito ∞
En el arte y las ciencias sociales, por el contrario, el lenguaje tiende a oscilar entre textos extensos y concretos, aunque parece ser que tiende a una mayor extensión.
Así, por caso, en la literatura, las grandes obras en la historia universal, son extensas, como ocurre con “La odisea” de Homero; “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes; “Hamlet” de William Shakespeare; “Las mil y una noches”; o “1984” de George Orwell.
También existen escritores de buenos textos breves, como Augusto Monterroso, quien elaboró el siguiente cuento brevísimo: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”
O bien, es celebrado por sus escritos no tan breves como “Las venas abiertas de América Latina”, y por su posterior búsqueda de brevedad y concisión, Eduardo Galeano.
La dicotomía y el debate entre la abundancia y la brevedad no es algo nuevo, pues hay posturas enraizadas en el tiempo de uno u otro parecer.
Y esto trasciende a cada rama del saber, cualquiera que sea, y, por supuesto en el derecho.
A veces, en el campo forense, las posturas se encuentran compitiendo entre la abundancia y la parquedad.
Sentencias hay profusas en términos, oraciones, conceptos y se asume por quien sostiene la perspectiva que esa es la correcta, que debe explicarse con suficiencia y, de pasada, se cuestiona la brevedad diciendo que ni explica y que las resoluciones tienen un carácter “telegráfico”.
A contra punto, quien se atrinchera en la postura de la brevedad, asume que más es menos y que quien no escribe breve, carece de la capacidad de la concisión y solo confunde con tanta palabrería.
Puntos entre uno y otro enfoque son diversos: buscar el justo medio (la pregunta es: ¿en dónde está?), lo que se necesite, sea más o menos; la extensión, según los instrumentos o los objetivos, entre tantos otros.
Esto es solo un bosquejo de la cuestión; pero sin duda tiene sus repercusiones prácticas, pues a veces, independientemente de la extensión de los textos, está la cuestión del tiempo, de los recursos disponibles o la tolerancia en torno a los estilos de mayor o menor empleo de palabras en los textos.
Recientemente, en el ámbito parlamentario, allende otras cuestiones, se presentó un debate en torno al significado de una oración normativa que fue cuestionada en su significado y alcance, y que, al parecer, ha de concluir en el acogimiento de un texto de diversa extensión que zanjara las disputas, con un sentido, para algunas personas solo aclarador.
Pero, cualquiera que sea el lenguaje, el habla, escrita u oral, ha de tenerse en cuenta que se puede comunicar de varias formas un mismo mensaje, y la clave está justo en comunicarlo, sea con más o menos palabras, aunque, claro, aquí se abre otro debate: el de la interpretación.
En suma, forma parte de la libertad elegir entre Cervantes y Monterroso, para comunicarnos.
BCT