Indignación y confianza
La muerte de ciudadanos valiosos hace arder la indignación en el pueblo por los crímenes y la impunidad.
Vista panorámica
Cada día vemos cerca de nosotros a muchos inocentes morir a manos de los criminales. ¿De qué tamaño será nuestra indignación cuando se sacrifica así una vida humana? Tiene el furor de un huracán.
El asesinato de Carlos, el alcalde de Uruapan, generó una indignación muy espontánea, descomunal, una ira profunda, feroz y sin medida. La lección fue contra las autoridades: ¿en dónde estaban?, ¿por qué no tuvieron los tamaños para responder a las amenazas diabólicas? Finalmente, era la crónica de un magnicidio anunciado.
No era el primer asesinato, tristemente ni el último. Las familias tienen muy vivos los recuerdos de seres queridos importantísimos, llevan el dolor, su luto, la situación trágica de la orfandad, herida en lo más hondo de las familias. No olvidamos a Bernardo Bravo, líder de los limoneros.
Está vivo el recuerdo de Hipólito Mora, un hombre íntegro, un valiente. En una plática me comentó: “Yo voy a seguir mi trabajo, no les tengo miedo.”
Lo cumplió, y los guardianes del orden público no le cumplieron: fue aparatosamente asesinado.
Nuestros lectores y todos los michoacanos recuerdan a los hermanos sacrificados. Es el caso del papá de Bernardo, igualmente asesinado unos 20 años antes.
En los caminos de la patria, vemos subir y bajar a los miembros de los cárteles. Después de los narcos, pasa la Guardia Nacional y la Policía.
Mi amigo Bartolo, un joven de menos de 30 años, sigue desaparecido. La autoridad competente parecía traer perdida la carpeta de investigación. Se activó la carpeta, pero los resultados han sido nulos. En Apatzingán, en muchas partes, hay madres buscadoras. El número de jóvenes desaparecidos es incontable, en todas partes.
¿Por qué, si la riqueza de México son las personas humanas? Su pérdida es de una magnitud incalculable. La indignación es un ciclón en nuestro pecho, huracanada, desbordada, en búsqueda de una razón que explique la acción de las autoridades que han permitido eso.
Ante las pérdidas de vidas humanas, al inmenso dolor se responde con declaraciones de retórica grande. Se darán respuestas perfectas, deslumbrantes, las más grandes, históricas. Es el fenómeno de la retórica grandilocuente. Es el mejor gobierno, que da las respuestas más brillantes de la historia. En la retórica, que no va de par con la realidad. En eso hacen historia.
La luz de lo alto
La indignación es para la presidencia de México, la primera mandataria, obligada a salvaguardar la vida de cada mexicano, sus derechos, conforme al artículo número uno de la Constitución.
El magnicidio pone al descubierto, ante los ojos de todo el mundo, la ineficacia del Estado de Derecho. El crimen organizado retó al Estado y pudo más. Como la terrible y complicada burocracia complica las cosas, así la acción del gobierno queda rebasada y derrotada por el crimen organizado. Pudo más el crimen que el Estado de Derecho.
Es la burocracia que detiene por nueve días (¡!) el cadáver de un empresario ejecutado y las bandas del crimen. ¿Por qué no utiliza esos movimientos y energía para prevenir el crimen y detenerlo? ¿En dónde pone sus baterías la autoridad?, ¿qué quiere?, ¿qué busca?, ¿qué resultados da?
El enemigo es bien conocido. No son las autoridades de antes, los ciudadanos mexicanos que no siguen la ideología oficial, que piensan y tienen sus opiniones y sus reclamos y sus derechos ante los servidores públicos.
¿Por qué no combaten a los criminales, verdaderos enemigos de México? ¿Por qué se indignan contra un presidente que golpea el nido de víboras y los pone ante la justicia y sólo se fijan en Genaro García Luna, un funcionario criminal que se infiltró en el gobierno?
Afirmó el político Sócrates Rizo: "Si nosotros nos entendíamos bien con el crimen." ¿Es lo mismo que dicen con sus hechos los gobernantes de hoy, de un partido distinto?
¿En qué país estamos, que pasan los criminales y detrás de ellos pasan luego las fuerzas del orden público?
Algunos ciudadanos suspicaces se preguntan: ¿por qué las fuerzas públicas, tan numerosas, no dan resultados y el crimen les toma la medida y golpea y derrama la sangre de trabajadores honestos, personas inocentes? Hoy mueren muchos hermanos, y mañana también; no hay detenidos, línea. Los asesinos siguen libres. Sólo se arman dispositivos de búsqueda y no dan nada.
Carlos Manzo, con su valentía y la entrega de su vida, hace historia. Es tan triste que se sacrifiquen vidas así. Él buscaba la justicia que el Mesías vino a traer a la tierra. Él aprendió y asimiló la entrega de Jesucristo y sus valores trascendentes, divinos. Carlos lo asimiló estudiando con los maestros jesuitas y compañeros del ITESO de Guadalajara.
Su sacrificio es luminoso, como una estrella que brilla en las tinieblas. Pero es triste que lo mataran tan pronto, era un portento de esperanza. Sin embargo, su sacrificio es una luz que sigue guiando a quienes buscan el mundo nuevo de la resurrección, enfrentando el poder de las tinieblas.
rmr

