Híper e hipo racionalismo político-electoral

Híper e hipo racionalismo político-electoral

El híper racionalismo pide una explicación o justificación más allá de lo razonable a una respuesta sobre un problema o cuestión que no se puede resolver por el simple acto reflejo de las personas.

El hipo racionalismo, por el contrario, busca explicar o justificar una propuesta de solución a un problema, por debajo de lo razonable.

En las campañas electorales que están en curso, y en los debates que se están sucediendo en los medios de comunicación, se encuentra espacio para lo anterior, y para un festín de interpretaciones y “razones” sesgadas, por demás cuestionables y, casi puede decirse, infantiles frente a los problemas planteados.

Por ejemplo, ante una acusación de corrupción o comportamiento desleal –muchas veces mal fundamentada y peor razonada- la persona imputada expresa una supuesta contra argumentación que inicia con palabras como “depende”, “no es así”, “no necesariamente”, es “incorrecto o falso lo que usted dice” y luego viene una contra-acusación en respuesta: “más bien, usted es el corrupto” y siguen afirmaciones categóricas en andanadas sobre la acusación y que se acompañan con elementos gráficos (Aquí, en esta foto aparece usted con tal o cual corrupto…).

Asimismo, cómo es posible que atraiga la atención una canción que tiene un efecto sustitución del discurso y de la persona candidata, que se cuelga también de ese fenómeno alimentado con “likes” en redes sociales, más allá de la propia persona que compite. ¿Alguien puede tomar en serio esto?

Esto es un hipo racionalismo, porque esas personas candidatas no razonan, simplemente aseveran y buscan influir con gráficos, muñecos, fotografías y demás en las emociones del votante que asiste, directa o indirectamente a este espectáculo reprobable.

Por otra parte, cuando las “pruebas” de los actos son un tanto contundentes, la reacción del (a) candidato(a) imputado(a) es de una persona híper racionalista: exige pruebas de las pruebas de las pruebas y así hasta el infinito, o bien, se ancla en un subjetivismo radical –“para mí, eso no vale y soy libre de pensar lo que quiera…”, dice, cómo si eso fuera la verdad objetiva- que solo muestra un juicio de minus valor del ciudadano y pasa por alto que en donde confluyen dos o más personas no es legítimo atrincherarse en la subjetividad.

Por ejemplo, si el salario se aumenta a un grado nunca visto en los últimos 30 o 40 años, se exige que esto se relacione con “n” variables, con el claro objetivo de atenuar una acción que objetivamente es cierta, pues se expresa en números cuantitativos.

Una persona atenta a los procesos electorales y a los debates ha de advertir este oleaje entre el híper y el hipo racionalismo, pero más.

En el discurso electoral, se ha de tomar nota de personas candidatas pobrísimas (como en el caso de aquellas personas que guardan un silencio sepulcral o cuya participación es solo de ataques personales) o bien que apelan a elementos suasorios (ropas ajustadas, imagen sensual, etc…)

Pero también, y como parte del discurso político-electoral, se debe observar atentamente el contexto del impulso a familiares y amigos en candidaturas presentes o futuras que buscan crear o fortalecer cacicazgos, los de por sí inexplicables recursos que fluyen en los procesos en forma de alimentos, vestido y demás elementos; opiniones acalladas; columnistas que unas veces sí y otras también son corifeo de ciertos actores políticos concretos; el cómo algunos actores tienen puertas abiertas en medios de comunicación y otros no; entre tantos otros factores.

Las personas ciudadanas han de asumir la responsabilidad de emprender un esfuerzo crítico frente a las personas candidatas y distinguir entre esos híper e hipo racionalismo y un quehacer conforme con la razón en el contexto.

La tragedia es que, en cada caso, delante del ciudadano se imponen opciones cerradas para competir por un cargo, originadas en las formaciones políticas formales, y se carece de información en realidad confiable, a veces, si quiera para poder saber quién es la persona o personas de entre las cuales se ha de elegir por quien sí votar.

Hay que buscar una razonabilidad aceptable al votar, no hay más.

RYE

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