Fiestas patrias

Fiestas patrias

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En septiembre de 1910, mientras Ricardo Flores Magón y su grupo, a través del periódico “Regeneración” llamaban a la revolución y en tanto Madero y sus simpatizantes luchaban contra la reelección del dictador, Porfirio Díaz –sin desatender esos movimientos- impulsaba las fiestas por el centenario de la independencia política del país.

De hecho, se formó la “Comisión Nacional del Centenario de la Independencia” que llevó adelante la organización de los festejos, en lugar de las juntas que lo hacían tradicionalmente.

La razón clara era que en 1910 se cumplía un siglo del inicio del movimiento independentista y eso a los ojos de Porfirio Díaz requería un mayor boato.

El “grito” que voceó Porfirio Díaz la noche del 15 de septiembre en el zócalo de la Ciudad de México –la plaza de la Constitución- tuvo como testigos presenciales a toda suerte de funcionarios, pero también a un pueblo congregado en la plaza principal de la Ciudad de México y que se extendía como un río incesante en las calles aledañas.

El presidente dictador también inauguró al día siguiente, el 16 de septiembre, la obra cumbre de las fiestas: La “Columna de la Independencia” “El Ángel de la Independencia” o llanamente hoy “El Ángel” ubicado en paseo de la reforma.

El tradicional desfile cívico-militar de 16 de septiembre se llevó a cabo con la participación de comitivas incluso de otros países y quiso reflejar la vida mexicana en un trayecto histórico, de antes de la colonia a la independencia y el México de aquel tiempo, personajes caracterizados y carros alegóricos así lo mostraron; no faltaron las monedas conmemorativas, las fiestas de lujo en la Presidencia de la República, con invitados nacionales, extranjeros y suculentos alimentos que se consumían hasta el amanecer.

Las felicitaciones de los gobiernos de otros países al mexicano fueron comunes e, incluso, de España llegaban notas laudatorias todavía con un sesgo colonial: “México es una continuación de nuestro país” decían los españoles; y para más nota, algunos consideraban que México era lo más español de América y España lo más mexicano de Europa.

También el 16 de septiembre de 1910, Porfirio Díaz acudió ante el Congreso de la Unión a presentar el informe de su administración, explicando que, en su concepto todo estaba en orden, pues los puntuales focos de rebelión contra su gobierno se habían sometido, y las huellas de la crisis económica no existían, decía Porfirio: “Apenas si hay huellas de la crisis…”

Los diarios y periódicos en su mayoría mostraban a un México en orden y en paz, obnubilados por los festejos del centenario de la independencia nacional.

Sin embargo, el movimiento revolucionario se fue manifestando cada vez con mayor fuerza y extensión, al grado que el 25 de mayo de 1911, Porfirio Díaz cesa en sus funciones.

La mayoría de la prensa de ese tiempo, participe del o acomodada al gobierno dictatorial, progresivamente tuvo que reconocer el “desorden” revolucionario y a la propia revolución.

Hoy, a más de un siglo del primer centenario de la independencia, México celebra más de dos siglos de haberse iniciado y triunfado la emancipación.

Si en 1910 la atención se volcó en los festejos patrios y poco en la inminente revolución; en 2023 la atención nuevamente se focaliza en las fiestas y poco en el proceso real de gobierno y electoral en curso. En 1910 se hablaba mucho del desfile, los carros alegóricos, el monumento develado; hoy se comenta también sobre el desfile (pequeños contingentes rusos, chinos y brasileños, como en parte ocurrió en 1910 y como ha ocurrido más de una vez) sobre el Grupo Frontera y los muchos artistas que se presentaron en los agasajos que se dieron en todo el país, con motivo de las fiestas recientes.

No se trata de hacer un parangón entre el gobierno porfirista con el vigente, porque son gobiernos diferentes de manera diametral.

Lo que se quiere decir es que el peso popular de las fiestas nacionales, difuminan a los importantes fenómenos político-electorales, y que los medios de comunicación se alinean –por conveniencia o temor- a los intereses de los grupos de poder no necesariamente en el gobierno, y que más allá de eso, la vida social, política, electoral, económica y cultural sigue su curso.

Un ojo al gato y otro al garabato.

RYE

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