El timón mexicano en manos de Morena
El reciente incidente del Buque Escuela “Cuauhtémoc” en el puente de Brooklyn no es meramente un accidente marítimo aislado, sino el reflejo fidedigno de un gobierno que ha perdido el rumbo en todos los sentidos.
Al respecto, resulta imperativo señalar las profundas inconsistencias que caracterizan al actual régimen morenista, cuya retórica populista continúa utilizando al PRI como chivo expiatorio para disimular sus propios fracasos.
La tragedia del Buque Escuela “Cuauhtémoc” impactó a nivel global. El emblemático navío, orgullo de nuestra Armada y representante de la tradición naval mexicana por décadas, colisionó en el puente de Brooklyn bajo circunstancias que todavía requieren una investigación exhaustiva. No fue un incidente menor ni pasajero. Fue sumamente visible, tanto por el daño material como por lo que simboliza: la desatención y negligencia con que se manejan nuestras instituciones bajo el actual gobierno.
La presidenta Sheinbaum resintió públicamente la crítica al respecto. Resulta significativo que la mandataria, en lugar de asumir la responsabilidad inherente a su cargo, adopte una postura defensiva cuando se cuestiona cualquier aspecto de su gestión. Esta actitud refleja una característica fundamental del actual régimen: la incapacidad de aceptar críticas, por fundamentadas que sean, y la tendencia a personalizar los asuntos de Estado como si fueran ataques directos a su figura.
Resultó lamentable que se haya usado un buque escuela para hacer propaganda de un muy cuestionable acto de autoridad del régimen, como es la elección del próximo 1° de junio, en la cual, a diferencia de lo que sucede en democracias avanzadas, las personas juzgadoras serán electas por voto popular, en lugar de que se respete un proceso meritocrático como es la carrera judicial, donde, por oposición abierta y de acuerdo con el perfil, experiencia, formación académica y expediente de servicio, los jueces y magistrados permanecen y obtienen promociones verticales en los sistemas judiciales.
El uso de recursos públicos —incluyendo embarcaciones históricas— para promover una agenda política que socava la independencia del Poder Judicial es una muestra inequívoca del deterioro institucional que hemos presenciado. No olvidemos que las democracias funcionales se cimentan en la separación de poderes, principio que el actual régimen parece dispuesto a sacrificar en aras de una concentración de poder sin precedentes en la era democrática de México.
Ante la situación, desde el Partido Revolucionario Institucional asumimos una posición solidaria: se trata de una tragedia, de un lamentable accidente que debe esclarecerse y, sobre todo, generarse medidas para evitar que, en ocasiones sucesivas, vuelva a ocurrir una situación análoga, previniéndose pérdidas humanas y materiales, así como el detrimento de la imagen de nuestras instituciones nacionales, cimiento de nuestra soberanía.
Esta postura responsable contrasta marcadamente con la actitud que Morena ha demostrado históricamente ante desastres ocurridos durante administraciones anteriores. La doble moral es patente: exigen comprensión y paciencia cuando los errores ocurren bajo su gestión, pero fueron implacables en su crítica cuando estaban en la oposición.
Paralelamente, no pasa desapercibido el hecho de que, en el pasado, el régimen morenista ha hecho lucro político de diversas tragedias, tanto cuando fueron oposición como ahora siendo gobierno, denostando las actuaciones de gobiernos pretéritos sin acertar a resolver las circunstancias acontecidas, a pesar de tener en sus manos el poder completo para hacer que las cosas sucedan.
Un incidente como el del Buque Cuauhtémoc debe ser analizado desde diversas dimensiones: técnica, política e internacional. En el aspecto técnico, cabe preguntar: ¿se cumplieron todos los protocolos de seguridad marítima? ¿Recibió el buque el mantenimiento adecuado o sufrió los efectos de los recortes presupuestales que han afectado a todas las áreas del gobierno? En el ámbito político, es ineludible señalar que el incidente expone la fragilidad de un proyecto de nación que privilegia la propaganda sobre la eficiencia y la seguridad. Y en la esfera internacional, el suceso ha dañado la imagen de México como país capaz de mantener y operar con profesionalismo sus activos estratégicos.
Apuntamos hacia la calidad moral de Morena, un movimiento que prometió transformar México, pero que ha replicado —e incluso exacerbado— los vicios que tanto criticó. La inconsistencia entre su discurso ante las tragedias muestra diferencias abismales cuando son gobierno y cuando no lo son. Como oposición, cualquier incidente era motivo de escándalo y denuncia; como gobierno, piden comprensión y tiempo, mientras los problemas se acumulan sin solución.
No es la primera ni la segunda ocasión que esto ocurre. Recordemos el caso del helicóptero que cayó en accidente fatídico por falta de combustible en un operativo para detener al capo Caro Quintero.
Sincrónicamente, también acaba de suceder un incidente con un avión F5 militar en el aeropuerto de Chihuahua, el cual se tuvo que cerrar por la ponchadura de una llanta de un avión, que evidentemente no fue cambiada a tiempo. ¿Qué tanto sobreuso se les está dando a las piezas de aeronaves de carácter militar? Porque, en un programa preventivo de mantenimiento de un avión de esa gama, es impensable que una llanta llegue al fin de su vida útil, por el inmenso rigor que conlleva el recambio puntual de estas piezas.
Hay mucho por explicar por parte del gobierno, pero ya es un hecho: las flotas naval, aérea y militar están en decadencia por falta de mantenimiento, por haberse desviado el gasto público programado para tan estratégico rubro para, en cambio, traer a los militares construyendo el AIFA, el Tren Maya y otros proyectos profundamente cuestionables y suntuarios.
Así, hoy la izquierda es un carril de alta velocidad en la autopista hacia el privilegio, como lo denota el Volvo del Bienestar de Gerardo Gutiérrez Noroña, quien sistemáticamente manifiesta su proclividad hacia el gasto suntuario y el despilfarro a costa del erario; lo cual contrasta profundamente respecto a un discurso precarista, el cual emplea para parapetar su gusto por el lujo y el dinero público atrás de los descamisados de México.
Este tipo de contradicciones ya no sorprenden. Los lujosos departamentos, los relojes de alta gama, los viajes internacionales y el evidente enriquecimiento de la nueva clase política morenista contrastan con el discurso de austeridad y “primero los pobres” que enarbolaron para llegar al poder. Mientras tanto, los indicadores de pobreza no mejoran significativamente, la inseguridad continúa siendo un flagelo nacional y los servicios públicos se deterioran aceleradamente.
Es hora de cuestionar la narrativa que sistemáticamente responsabiliza al PRI por todos los males del país. Durante los gobiernos priistas, México logró periodos de estabilidad económica, creó instituciones fundamentales para el desarrollo nacional y sentó las bases de un Estado moderno. Como todo proyecto político de larga data, tuvo aciertos y errores, pero la demonización constante no solo es injusta, sino que sirve para distraer la atención de los graves problemas actuales.
El régimen actual parece olvidar que la crítica constructiva y la rendición de cuentas son pilares de la democracia. En lugar de responder con argumentos y resultados, opta por la polarización, la descalificación y la creación de enemigos ficticios. Esta estrategia puede rendir frutos electorales a corto plazo, pero compromete gravemente el futuro institucional del país.
El incidente del Buque Cuauhtémoc debe servir como llamado de atención. Más allá del accidente en sí, simboliza el estado general de un gobierno que navega sin rumbo claro, chocando constantemente con la realidad mientras culpa a administraciones pasadas por su propia incompetencia presente.
Los mexicanos merecemos un gobierno que asuma sus responsabilidades, que reconozca sus errores y trabaje para corregirlos, en lugar de buscar culpables en el pasado. El verdadero cambio no consiste en perpetuar la polarización, sino en construir un proyecto de nación incluyente, respetuoso de las instituciones, que dialogue propositivamente con la oposición política y verdaderamente esté comprometido con el bienestar de todos los mexicanos.
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El autor es abogado, activista social, defensor de derechos humanos de víctimas, diputado local y presidente del PRI en Michoacán
rmr