El soportable peso del no ser

El soportable peso del no ser

Es muy probable que, al leer el título de esta columna, pensemos en la novela del escritor checo Milan Kundera, que versa sobre el peso de nuestras decisiones en el ser, en su levedad (podría decirse intrascendencia); pero justo o más o menos justo es lo contrario.

Una persona que toma decisiones de manera constante en su vida, que convencionalmente llamaríamos progresistas, la impacta –a su vida-, pero muchas veces considerará que esas decisiones la llevan a andar un camino que le sabe a intrascendencia.

Pongamos un caso, una persona “x” puede decidir estudiar los niveles básicos de la educación, así como los de licenciatura y esforzarse por trascender; lo que le representa sacrificios de tiempo, de recursos, de postergar otras decisiones (aprender a tocar el piano, el violín, algo que lo haga realmente feliz) con el objetivo de lograr una vida con estabilidad económica, crédito profesional, reconocimiento social.

Al final del camino y luego de tantas decisiones esforzadas, la persona “x” ha logrado cristalizar sus objetivos, solo para darse cuenta que, en términos de su goce íntimo, espiritual, no tiene nada.

La persona “x” puede observar, por el contrario, a otra persona que ha vivido su vida de manera sencilla, sin mayores pretensiones que tener lo suficiente para irla pasando y disfrutar los momentos que se le ofrecen, sin necesitar de mayores recursos económicos, de estatus o reconocimiento social.

La persona “x” al ver a esa otra persona, quizá sienta que ha perdido su tiempo, su vida, en una fantasía utilitaria auspiciada por las redes humanas que impulsan a pensar que la felicidad, el poder ser se encuentra en el cumplimiento de objetivos materiales.

Eso propiciará que “x” se ubique en un estado de mayor frustración, porque sentirá que ha hecho todo mal.

Lo que socialmente podría etiquetarse como un no ser, así podría mostrarse como el camino verdadero.

No ser nadie, en términos de lo que la gran mayoría considera socialmente como no ser nadie, por el contrario, libera de las ataduras del interés de someterse al juicio ajeno, de vivir pendiente de los demás, de participar en un proceso de competencia intestino, incluso en el orden personal y familiar, y de transvasar el valor de la persona a las posesiones.

No ser nadie, tiene la rara virtud de liberar, de propiciar la libertad de nuestro ser, de erradicar los complejos de estereotipo.

No ser nadie, permite que te sientes en un café, cualquier café, solo con un café y disfrutar que el sol acaricia tu nariz o que el viento ligero mesa tus cabellos.

No ser nadie, te permite que con unos pocos pesos en la bolsa del pantalón y que puedas contar con los dedos de tu mano, sin verlos, te sientas tan amo y señor del mundo como aquel que atesora riquezas bajo el colchón o en la bóveda de un banco.

No ser nadie, permite que el peso de la vida sea un peso que, valga la expresión, no pesa, que sea leve.

No ser nadie, no obstante, también significa tomar la decisión razonable de no serlo, o si se quiere expresar en otras palabras y en sentido positivo, no ser nadie, implica decidir ser alguien de un peso tan liviano, que pueda ser cargado y te permita ser tú.

mrh

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