El arte de amar, Erich Fromm
No necesito recordar que en poco más de un mes ha de celebrarse el mes del amor y la amistad.
Las notas biográficas sobre Erich Fromm regularmente comienzan con el recuerdo de que fue judío-alemán, psicólogo, psicoanalista, sociólogo y filosofo, aunque se inclinan a decir más que fue filósofo, por el perfil reflexivo de sus escritos.
Vivió en México por un cuarto de siglo y murió finalmente en Suiza, dejando obras que hoy se siguen leyendo.
Una de esas obras se tituló “El arte de amar” en la cual considero que amar es un arte que implica por necesidad un conocimiento teórico a la vez que una práctica, como respuesta madura a la separatidad (aproximadamente soledad) en la existencia humana.
Fromm destaca el valor de la individualidad ante un contexto en el que nuestras sociedades (sus elites mercantiles) tratan de borrar nuestras diferencias, pues la singularidad frente a la estandarización nos aleja de ser cosa y nos lleva a ser más persona.
El amor es una respuesta a esa existencia solitaria que se acompaña con el sentimiento a los hermanos, a los padres, a uno mismo, a dios y eróticamente a las personas, no solo en clave sexual, sino de unión, de comunión más íntima, con una y solo una persona, más allá del enamoramiento temporal que es más una “experiencia”
Pero el amor necesita de conocimiento: de conceptos y practicidad, en saber más el uno del otro, de sus secretos profundos, pues solo conociendo a la otra persona es que nos podemos aproximar a ella y, así, amarla.
Dice Fromm, que amar es sobre todo un “acto de la voluntad y un compromiso” fruto de la libertad y la cual (estimo) se ejerce con una pretensión solidaria, buena y no dañosa.
De hecho, Fromm acepta que amar a otra persona implica amarse a sí mismo, no en el sentido egoísta de solo amarse a sí por encima e independientemente de todas las demás personas.
Fromm dice que amarse a sí mismo supone -siguiendo a Eckhart- ser una “…una persona grande y virtuosa (pues) amándose a sí mism(o), ama igualmente a todos los demás”
Lamentablemente, dice Fromm, la persona está sujeta al entorno social que la influye, y en nuestras sociedades presentes, el amor maduro que menciona es una rareza, y lo que hay son formas de pesudo amor y de desintegración del amor.
La libertad política que daña y la concepción mercantilista de la vida, llevan a las personas a verse más que como una pareja, como un equipo de trabajo, con tolerancia y una relación superficial en la que solo hablan de lo mundano del día a día.
El amor, requiere de esfuerzo, de razón, de actuar -en espíritu- disciplina, de una disciplina de vida, de concentrarse en la relación, de paciencia, de una actitud dispuesta, de una aproximación progresiva a la otra persona, de responder, de respetar y de un conocimiento profundo, no baladí de la otra persona y de sí mismo, de superar el narcisismo (solo yo, yo soy perfecto) la fantasía irracional (la ilusión de que todo es lo que “yo” imagino), la subjetividad (el mundo es lo que yo digo que es y no me equivoco) y el sentido utilitario.
En una sociedad como la nuestra en la que cada persona “compite” por ser aceptada, por obtener ventajas, por la representación pública no verdadera -en privado o en redes sociales que solo expresan una necesidad de atracción intrascendente- por campear en la mentira, en el engaño, en el valemadrismo sobre el futuro de nuestras “relaciones amorosas” parece imposible el amor.
El amor, sin embargo dice Fromm, es posible social e individualmente y se inspira en la “… fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre.”
El amor no es una moneda falsa que circula, es el valor -no precio- justo que representa.