Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- "No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso es que en este mundo, la vida no vale nada" retumbó por los caminos del panteón municipal. Para muchos el Día del Padre es para festejar en familia, para otros es acordarse de aquellos que se adelantaron y hoy los cuidan desde otro ámbito.
Por los pasillos del camposanto, las familias se reunieron con comida y todo lo que le gustaba al abuelo, al padre, al hijo... un refresco y varios vasos sirvieron para brindar, otros con cerveza y un poco de vino recordaron las anécdotas; las risas se hicieron presentes, por momento la tristeza abrigaba el espacio y todo quedaba en silencio. El colocar la mano en una parte de la tumba permitía un espacio especial.
Niñas y niños corriendo entre las tumbas, los regaños se hacían presentes por las personas mayores, "deja descansar a los muertos" y "un poco de respeto" se escuchaba para que las infancias no pisaran las tumbas; los perros guardianes también se hicieron presentes y mostraron respetos a aquellos que en vida les dieron amor infinito.
Con toldos y paraguas para taparse del sol que salía por ratos, en su mayoría el día estuvo nublado, permitió a las familias visitar a sus padres. El norteño ambientó el lugar, también una simple bocina hacía que las familias se reunieran.
Niños, jóvenes y adultos cargando cubetas con agua, otros más barriendo las tumbas o con un simple trapo limpiando; el jabón en polvo no faltó y la creatividad de los mexicanos tampoco al usar las botellas de refresco como jícaras para distribuir el agua recolectada.
María Eugenia González Baltazar, la menor de 6 hermanos, acudió al panteón municipal a visitar a su padre. En espera de una de sus hermanas, Eugenia estaba acompañada de su sobrina, tres de sus hermanos fallecieron tiempo atrás. La limpieza de la tumba y un poco de flores sirvió para recordar a su padre y sus hermanos, las anécdotas causaron risas.
Por un tiempo, Eugenia lloraba por su padre, pero que aprendió a estar a solo con él y contarle su día, lo que sucedía a su alrededor, hablar de ellos como si estuviera presente.
La pérdida de su padre se dio en el 2009; solo quedan tres hermanas que están unidas; el visitar el camposanto se convirtió en tradición, donde la familia se reunía y comía en nombre de su papá.
Recuerda que de niña, su papá iba por ella a la escuela y le compraba una nieve, o cuando simplemente iban por pan y terminaban en un negocio de carnitas para comprarse una torta y eliminar toda evidencia antes de llegar a casa. "No nos fueran a regañar por lo que hicimos".
Como Eugenia, miles de morelianos acudieron al panteón a recordar a sus padres, a mostrar el legado que dejaron y lo orgulloso que estarían si estuvieran en vida.
AML