Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- El vestigio del gas pimienta sigue en el aire y el asfalto. La gente que vive en Morelia, los visitantes o turistas estornudan, tosen o se rascan los ojos cuando caminan por la zona. La sensación es efímera. Sin embargo, en un rincón de la plaza Melchor Ocampo, un grupo de nueve boleros son los que sufren día con día los estragos de las manifestaciones y plantones, tanto física como económicamente.
La Unión de Boleros en Morelia se conforma de 40 trabajadores aproximadamente, pero en la plaza ubicada a un costado de Palacio de Gobierno y Catedral hay cerca de 10 que se instalan todos los días desde las siete de la mañana hasta las seis o siete de la tarde. Sin embargo, debido a las últimas marchas en la ciudad, en las que han intervenido elementos de seguridad, optan por recoger temprano.
El señor Octaviano es uno de los tres boleros que quedan en la explanada. Son las cuatro de la tarde y el sol le pega en el rostro mientras ordena sus herramientas de trabajo. Lleva 32 años en el oficio, pero dice que siempre son las mismas manifestaciones, que, como las de días recientes, les afectan al registrar pérdidas de hasta el 80 por ciento.
"Nos afecta mucho, el 80 por ciento, de verdad. No tenemos tarifa, pueden ser ocho o diez boleadas, pero a veces solo sacamos la persignada, es lo que nos da y ahí nos vemos", dijo.
El señor, que se quedó pese a que casi todos los demás compañeros se fueron por la manifestación violenta del lunes de esta semana, cuando marcharon estudiantes de diferentes universidades y que se enfrentaron a los policías, mismos que los replegaron con gas pimienta, afirma que no puede opinar nada porque siempre es lo mismo. Octaviano añade que incluso físicamente el cuerpo resiente los químicos, pero él quiere terminar el turno completo "caiga o no caiga el cliente".
Don Domingo Olguín, un hombre de setenta y tantos años, pelo cano y rostro amable, está por retirarse de la plaza. Son las 5:46 de la tarde del martes 4 de noviembre. El eco de las marchas previas todavía se siente latente en el corazón de Morelia. El bolero afirma que pasa uno o dos días, pero todavía se siente el picor del gas, aunque espera que este miércoles ya no tanto.
"A todos nos ha afectado, han llegado muy agresivos y ha habido necesidad de replegarlos con gases y nos llega, pasan por aquí corriendo, uno se protege con la cara o se retira a la esquina. Siento ardor de ojos y nariz picante, provoca tos y ya no hacemos nada, nos quita una hora u hora y media".
Pese al riesgo que corre cada vez que los antimotines lanzan las bombas de gas o las balas de goma para tratar de retirar a los jóvenes que se manifiestan, lo que él subraya es la pérdida económica, ya que suele sacar diariamente 10 trabajos aproximadamente, cuando hay buena racha. Pero los episodios entre los que marchan y los que defienden Palacio de Gobierno hacen que solo realice cuatro boleadas.
"Como antier se quedaron todavía, pusieron antimotines de un lado y del otro, yo me fui, ¿a qué me quedaba? Me fui a las cuatro y me suelo ir a las seis, perdí dos horas. A veces no cae nada, solo lo que podemos hacer en la mañana antes de que llegue la marcha".
El señor Domingo añade que otra situación que los afecta es la presencia de los puestos del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), mismos que se instalaron desde hace más de un mes y que han postergado su retiro. El problema es, añade, que les quita la vista, es decir, que al tener todos los puestos detrás de ellos, la gente no los ubica y los hace perder clientes.
En ese sentido, el presidente de la Asociación de Vecinos del Centro Histórico (COVECHI), Alfonso Guerrero Guadarrama, refiere que más que pérdida económica, afecta turísticamente, pues el cúmulo de puestos que se colocan sobre toda la plancha da una mala vista a la Catedral y al primer cuadro de la ciudad. En tanto que las últimas manifestaciones desde el fin de semana han generado pérdidas de hasta cuatro millones de pesos diarios en las principales calles de la urbe.
Por su parte, Julio, que le da grasa a unos zapatos negros muy relucientes, afirma haber sido testigo de 30 marchas muy violentas en 24 años de ser bolero y 19 como comerciante ambulante. El hombre de pelo blanco y gorra apunta que las marchas pierden su objetivo cuando afectan a terceros, como ellos, pues así lo manda la Constitución:
"Cuando se generan con violencia, como antier, nos perjudica por completo porque nosotros, sin ser partícipes del movimiento, sufrimos más las consecuencias y con temor de que se salga de control y nos avienten cosas".
El señor continúa con su labor con premura, no sin antes acotar que "ni modo, estamos en el ojo del huracán".
rmr