Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Es pequeño, agrio y aparece cada diciembre en el fondo de nuestra taza de ponche. Pero detrás de su discreto lugar en las recetas navideñas, el tejocote guarda una historia milenaria y una potencia medicinal digna de estudio.
Conocido científicamente como Crataegus mexicana, el tejocote crece en árboles que superan los 10 metros y forma parte de la rica biodiversidad del país. Su nombre proviene del náhuatl texocotl, que significa “fruto duro de sabor agrio”, y su textura lo confirma: firme por fuera, con un sabor ácido que apenas roza lo dulce.
En la medicina tradicional mexicana, este pequeño fruto tiene un papel protagonista. Según el Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo (CIAD), se ha utilizado como sedante natural, antidepresivo y hasta como coagulante. Además, estudios del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) respaldan su valor nutrimental: es fuente de vitamina C, calcio, hierro y vitaminas del complejo B.
En tiempos en los que los superalimentos parecen venir de rincones lejanos del mundo, el tejocote nos recuerda que México también tiene sus propios héroes nutricionales, escondidos a simple vista y cargados de historia, sabor y salud.
RPO