La gestión de la cosa pública que hace el gobierno es en la verdad, no en la ficción de quien afirma que hace todo bien.
Vista panorámica
Caos y crisis mortales vemos que sufre la gente en todos los rumbos del planeta: Ucrania, Palestina, África. Es doloroso y terrible el sufrimiento de los pueblos de África: atraso político, golpes de Estado, revoluciones, sufrimientos terribles de hambruna y atraso, masacres espantosas.
La ola de carencias, hambre, enfermedades y tantos otros males cubre el planeta. Hay problemas que son hondamente preocupantes: la destrucción del planeta con sus funestas consecuencias, la ecología humana que es caótica y muestra grave deterioro. Se pierden los valores universales y trascendentes.
Hay reformas que no se necesitan, que impone la minoría del poder con sus incondicionales. Hay que dar cifras de los que apoyan, según el dicho: “el que calla, otorga”. Un problema terrible en todo el planeta es el silencio de los buenos, que no gritan los grandes problemas e injusticias. Hay una protesta en sordina que no resuena en las alturas de quienes necesitan oírla.
Se siente una crisis profunda, no de un pueblito o ciudad o país, sino de la humanidad, ya que la comunicación social y digital ha convertido el mundo en una aldea global, como afirmaba el gran comunicólogo, sabio, Marshall McLuhan. Pierre Babin la retomó también.
Hay un pueblito en las márgenes del lago de Zirahuén que está dominado por un puñito de líderes, sin formación adecuada, sin el estudio científico de la filosofía y el derecho, de las leyes civiles y de la Ley de Dios, y sin autoridad. Se hicieron del poder y cooptaron el poder legítimo. Obedecen a los líderes sin el más mínimo respeto a la ley: vandalizan cercas, se roban la piedra y con ella construyen sobre la zona federal. No hay ley, ni respeto a los derechos de las personas, a la propiedad privada, a la verdad. Es un pueblo sin ley.
En todo el país, los desaparecidos se cuentan por miles; las relaciones oficiales no corresponden a la realidad. Se levanta la carpeta y ahí se queda; se necesita pagar para que avance, presionando a la fiscalía.
Un amigo mío está desaparecido, no se sabe nada, la carpeta inmóvil. Hay que pagar para que alguien la haga avanzar.
Muchos asesinatos y asaltos se repiten cada día, se escuchan en las mañaneras. No se le da la importancia a los crímenes. Es desatención e impunidad. Al día siguiente se repite la historia y no se toman medidas que detengan tantos crímenes. No hay autoridad que detenga al crimen. En un crimen cometido en los Estados Unidos acabamos de escuchar: la policía abatió al criminal; en México no pasa nada.
La presencia del poder del narco se nota en pueblos y montañas, y nadie les dice nada, aunque las fuerzas del orden público también hacen acto de presencia. Pero no agarran a los criminales.
Son absolutamente absurdas todas las guerras; los grupos adversarios se sangran, se matan y acaban sentándose a la mesa y llegando a un arreglo. ¿Por qué no hacerlo luego luego? ¿Por qué es necesario pasar por el baño de sangre y el desgarramiento social y de las familias?
La luz de lo alto
Los hombres de poder se sienten superiores, por encima de los mortales, sobre la ley; sólo de palabra respetan la ley, el orden público. No respetan la persona humana, su dignidad y derechos. No sirven a la verdad y la justicia.
Más bien siguen sus programas y su ideología, parecen caprichos y ventajas, y en último caso su egolatría, soberbia. Protegen a particulares, haciéndoles concesiones en detrimento de todos los ciudadanos. El pueblo humilde los siente arrogantes, alejados de sus problemas reales. En el lago de Zirahuén hay concesiones de agua que han dañado al ecosistema.
Buscan fines particulares, facciosos, y no el bien común que es universal y está por encima de intereses grupales. Buscan fines particulares y sectarios, sin sabiduría ni caridad.
La comunicación hacia el pueblo debe ser sencilla y transparente, como un sol al amanecer en el tiempo de lluvias. Pero debe ser absolutamente respetuosa de la verdad, que es su fundamento ontológico.
La verdad es simple y pura: pero es aceptar la realidad como es, sus luces y sus sombras, sus oportunidades y sus retos, los éxitos y los fracasos. La realidad humana es gris, tiene luces y sombras. Modificar la realidad en la narrativa, según intereses individuales o grupales o de la Transformación y de la 4T, es una mentira. Hay que modificar la Constitución para hacer una reforma que ponga castigos a los mentirosos. Porque se miente con tanto descaro y con total impunidad.
Hay un error de lógica, de sana filosofía. El hombre del poder se presenta como perfecto, como ser que todo lo hace bien. En sana filosofía esto es absurdo. El ser humano es finito, limitado, produce el mal y el bien, logros y fracasos. Debe aceptar errores y debe enmendarnos en programas subsiguientes para no seguir construyendo sobre una concepción filosóficamente inconsistente, falsa del ser humano y del político.
El ser humano no es Dios; debe aceptar su condición de criatura finita, limitada. Sus acciones pueden terminar en logros que pueden ser relativos, limitados, pueden ser éxitos a medias y pueden ser fracasos. Como pueden ser éxitos totales, pero no infaliblemente y no sólo en la narrativa.
rmr