Las acciones ambientales realizadas en los últimos meses por el gobierno del estado, que encabeza el Maestro Alfredo Ramírez Bedolla, se desarrollaron en el marco de una crisis hídrica compleja. Tuvieron como principal objetivo el mitigar los estragos causados por el aprovechamiento indiscriminado del cambio de uso de suelo ilegal en las actividades agroindustriales, sobre todo en el cultivo de aguacate; así como el aprovechamiento clandestino del agua de los principales ríos y lagos del territorio michoacano denominado “huachicoleo”, que puso en grave riesgo al de por sí degradado Lago de Pátzcuaro.
Si a lo anterior le agregamos las altas temperaturas y la ausencia de lluvias en todo el país, como consecuencia del cambio climático, la políticas instrumentada por las autoridades estatales resultaron ser medidas acertadas, aunque paliativas. Estas medidas han intentado menguar los efectos que se viven actualmente por los problemas ambientales que son muchos y de variada complejidad. Esta complejidad la vemos reflejada en la interacción con problemas económicos y sociales, incluso culturales, que poco a poco y a fuerza de sentir en carne propia el golpe del calor insoportable, ha generado conciencia sobre lo que se hace y se debe seguir realizando.
Estrategias como el Guardián Forestal, el cuidado de los lagos y el decomiso de bombas clandestinas, así como la “siembra de nubes” están dando resultados, pero es necesario reforzarlas con la participación de todos y todas. Ahora que regresan las lluvias no debemos dar por hecho que terminaron los problemas ambientales, porque estos tienen un fondo estructural que requieren de acciones a corto, mediano y largo plazo para atenderlos, mitigarlos y combatirlos. La acción inmediata debe ser la reforestación de los bosques de forma amplia y efectiva con la inclusión de todos los sectores de la sociedad. El problema ambiental es general y la solución debe ser integral: parte del problema, parte de la solución.
Una de las acciones más novedosas y de impacto medioambiental es el Programa para la Certificación de las Buenas Prácticas del Cultivo de Aguacate en el estado de Michoacán, con un objetivo claro para incentivar la responsabilidad ambiental. De esta forma los productores y comercializadores de aguacate deben tomar conciencia sobre la importancia de buscar ese equilibrio de su actividad económica y la naturaleza. El derecho humano al medio ambiente no está peleado con el derecho al trabajo, el respeto a la naturaleza no debe estar en conflicto con el desarrollo, siempre y cuando predomine el principio de sustentabilidad en todos los procesos.
El gobierno del estado tiene en sus manos un reto sumamente importante, y como ya se ha señalado anteriormente, lo ha venido cumpliendo de forma puntual. Sin embargo, se debe insistir sobre la responsabilidad compartida; todos generamos un impacto ambiental, todos tenemos en nuestra actividad diaria una “huella hídrica”, una “huella de carbono” y una “huella ecológica”. Basada en la teoría de John Anthony Allan de 1993, en el 2002 los investigadores Mesfin Mekonnen y Arjen Hoekstra crearon el concepto de Huella Hídrica que sirve para medir el volumen de agua necesario en la producción de cualquier producto o alimento que, al llegar al consumidor final, se suma al agua que se gasta de forma doméstica (ducha, preparación de alimentos, agua para beber, lavado, etc.).
La Huella de Carbono se mide a partir de la emisión de gases de efecto invernadero y se va produciendo con la quema de combustibles en la industria, en el transporte público y privado, así como en la generación de energía eléctrica; además, se incluye el gas metano como resultado de la industria ganadera. Su medición es a partir de la cantidad de toneladas de dióxido de carbono lanzadas al ambiente.
A las dos huellas anteriores, nos referimos a la Huella Ecológica como la suma de aquellas, y gracias al aporte de William Rees y Mathis Wackernagel se define como la medida de la carga impuesta por una población en particular a la naturaleza. Con este concepto se construye una herramienta para estimar, medir y evaluar el impacto ambiental que cada persona genera con su actividad diaria con la utilización de los recursos naturales para satisfacer sus necesidades en su vida cotidiana.
Sin duda alguna podemos concluir que, mientras cada uno de nosotros no seamos conscientes que estamos sobrepasando de manera irracional los límites y capacidades de la naturaleza para renovarse o regenerarse, ninguna acción, programa de gobierno o política pública como las que implementa el gobierno del estado de Michoacán, o cualquier otra autoridad, será suficiente para resarcir, mitigar o detener el deterioro ambiental.
rmr