Columnas

La paradoja del trilema energético

Jaime Arturo Vázquez Aguilar

En 2015, el mundo alcanzó uno de los acuerdos más relevantes para combatir el cambio climático. Tras varios años de negociación, tanto países desarrollados como economías emergentes se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el calentamiento global.

 Sin bien, hay avances, los retos aún son mayúsculos; por ello, durante la última Conferencia de Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP28), celebrada a finales de 2023 en Dubái, los Estados participantesreconocieron la necesidad de acelerar la transición energética y reducir las emisiones contaminantes de todas las actividades. 

Más de 100 países se comprometieron a triplicar la capacidad de generación de fuentes renovables y duplicar la tasa anual de mejoras de eficiencia energética para 2030; asimismo, se logró el primer punto de encuentro para dejar de utilizar combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de forma justa y ordenada, con el fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas alrededor de 2050.

Sin embargo, la tarea no es fácil, si un sistema energético quiere ser sustentable, con frecuencia se enfrenta a un trilema energético, por un lado, garantizar la seguridad, por otro, hacerla accesible para todos y lograr la sostenibilidad ambiental.

En efecto, es un gran desafío porque hay países que con el objetivo de garantizar el suministro energético priorizan combustibles baratos y contaminantes, pero comprometen la sostenibilidad ambiental; además, hay quienes, sin una planeación eficiente, apuestan por la sostenibilidad y ponen en riesgo su seguridad energética dada la intermitencia de las energías renovables.

En su 15ª edición, el Informe sobre el Trilema Energético Mundial 2024 del Consejo Mundial de la Energía, resalta que más allá de los avances tecnológicos y la sustitución de combustibles, las transiciones requieren cambios importantes en las estructuras organizativas y operativas de los sistemas energéticos. Asimismo, indica que, si bien hay resultados positivos, la coyuntura geopolítica ha llevado a una gran cantidad de países a priorizar la seguridad energética y la asequibilidad sobre la sostenibilidad.

En el mismo sentido, el Índice de Transición Energética 2024, al evaluar los sistemas energéticos y la disposición a la transición de 120 países, apunta que hay avances notables en eficiencia energética y en la adopción de fuentes de energías limpias, aunque la transición energética se ha frenado por el aumento de los riesgos geopolíticos.

Hace unos años, México se comprometió a generar 35% de la energía eléctrica a partir de fuentes renovables para 2024; sin embargo, aún estamos lejos de cumplir la meta. Con todo, el pasado mes de enero el país dio un paso significativo con la actualización de la Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios. Dichaestrategia es de la mayor relevancia dado que es el instrumento rector de la política nacional en materia de obligaciones de energías limpias, aprovechamiento sustentable de la energía y mejora de la industria eléctrica.

Entre los objetivos se encuentran a) establecer las metas y la hoja de ruta para la implementación de la estrategia de la transición; b) fomentar la reducción de emisiones contaminantes originadas por la industria eléctrica; y c) reducir, bajo criterios de viabilidad económica, la dependencia de los combustibles fósiles como fuente primaria de energía.

Hasta ahora, México cuenta con una matriz energética apalancada en los hidrocarburos, cabe destacar que dos terceras partes (66.1%) de la electricidad se genera a partir de combustibles fósiles; pese a ello, tenemos un gran potencial para producir energía limpia. Sin duda, hay confianza; basta apuntar que el país ascendió en el ranking del Índice de Atractividad de Países para Inversiones en Energías Renovablesde la consultora EY, al pasar del lugar 35 al 33 en el informe de este año, dada expectativa que se tiene al respecto.

La paradoja del trilema energético (sostenibilidad, accesibilidad y seguridad) supone grandes retos para la siguiente administración, no solo porque las dimensiones están estrechamente vinculadas, sino porque hay objetivos en conflicto. Si priorizamos uno corremos el riesgo de descuidar los otros dos. De allí la trascendencia de encontrar el punto óptimo para asegurar el suministro energético, garantizando el acceso universal a la energía y promoviendo la protección ambiental.

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