Columnas

Filosofía pedestre

Uriel Piña Reyna

La filosofía, al menos, para quien esto escribe, es un continuo razonar acerca de lo que se piensa sobre las cosas trascendentes del ser, del estar, del camino al saber, de la belleza, de los bienes y valores y de temas fundamentales. Es un continuo pensar crítico sobre el pensar de las cosas importantes.

La filosofía no tiene, entonces, una vocación práctica, esto es, no tiene como fin inmediato una acción sobre la vida concreta u ordinaria.

Sin embargo, la filosofía, de forma mediata si ejerce un efecto práctico, por ejemplo, al propiciar enfoques éticos que inciden en las conductas.

Pero al lado de esa filosofía, sí que puede identificarse una filosofía en términos más comunes, como una manera de pensar o de ver las cosas acerca de lo ordinario de la vida que, para muchas o la mayoría de las personas -esas cosas ordinarias- son o pueden llegar a ser las más importantes.

Se habla de una filosofía que no esté hecha por y para los cultos, sino una filosofía de y para las personas de a píe.

Al común de las personas, por caso, resulta del todo superfluo o vano sentarse estoicamente a reflexionar y brindar respuestas muy hondas acerca de la categoría sustantiva o instrumental de qué es lo humano o la felicidad.

Al ser humano de a pie le interesa más, a guisa de ejemplo, saber si está obrando bien cuando restringe a un hijo o hija menor la relación con una o un menor que considera “inconveniente” para su hijo o hija.

Para el ser humano de a pie, por ejemplo, el interés lo despierta el dilema entre una cosa que hace y colma sus pasiones, o si ha de respetar ciertas normas auto impuestas o acordadas y eso no satisface sus pasiones, pero sí le brinda cierta tranquilidad.

Un ejemplo muy sencillo, por caso, es que la persona ha de resolver si se ha de dar rienda suelta a comer y beber, o bien, beber y comer sanamente.

Eso es solo un ejemplo, porque esos dilemas pueden extenderse a cualquier campo de la vida: el estudio, el trabajo, el amor, la amistad, entre tantos otros.

Esa filosofía de a pie puede encontrarse en los refranes o dichos bien conocidos, como “el que con lobos anda a aullar se enseña”; pero también en personajes como el filósofo de Güemez, Tamaulipas, a quien se atribuyen muchas sentencias y máximas como “Todo lo hondo es bien profundo”.

Los refranes que, regularmente carecen de un tono divertido, casi siempre tienen uno en sentido inverso o variantes; mientras que las sentencias del filósofo de Güemez, que no se pueden atribuir a una persona específica -no se ha singularizado en absoluto que alguien haya sido dicho filósofo- se caracterizan por ser más escasos y con un sentido obvio y gracioso.

Una filosofía pedestre, como de la que se habla, más bien, ha de servir más bien como una moral mínima para llevar adelante acciones prácticas, sin comedia, y que no tiene un centro de creación específica.

Sentencias o frases que pueden servir para crear una filosofía pedestre pueden ser las siguientes:

- La edad es un estado mental, pero el estado mental no es la edad.

- La fuerza de la razón, no es la razón de la fuerza, sino de sus piezas coherentes.

- Los errores que cometes son tuyos.

- Las palabras crean, modifican y destruyen; las imágenes más.

- A mayor psicopatía, mayor capacidad de mentir.

- Una vez que has compartido con el mundo una palabra, meme, gif o sticker, es propiedad del mundo.

- Eres la suma de quien has sido, de quien eres y de quien quieres ser.

- Puedes elegir en todo, siempre que puedas hacerlo, sin dañar a otras personas.

Muchas otras sentencias pueden crearse, pero con un sentido de bienestar para ti y los demás; se necesita de una filosofía pedestre para nuestra realidad.

RYE

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