Para el filósofo e historiador británico Thomas Carlyle, la razón de existir de los “héroes” descansa en la necesidad de los pueblos (las naciones, los países) de dotarse de personajes notables y que representaran valores que dieran unidad a sus Estados, ya fueran gobernantes generosos, caudillos guerreros o hasta eclesiásticos piadosos. En su tratado Sobre los héroes, cuando se refirió a uno de los que merecían este apelativo, habló (casi proféticamente) de la larga espera que antecedía el nacimiento excepcional de algún Hombre Poderoso, “cuya luz tenía que brillar como faro que sirviese de guía a muchos siglos; el mundo y su historia esperaba a este hombre”. Los héroes nacían, no se hacían.
Pero Carlyle escribió hace dos siglos, y en ese tiempo algo ha cambiado el mundo. Ya sucedieron revoluciones, holocaustos e incluso muchas naciones lograron su emancipación, cuando el tamaño de la rama alcanzó el del tronco (por usar la metáfora del abate De Pradt). Es el caso de nuestro país. Hace doscientos años era una colonia española, hoy una república independiente a punto de ser gobernada por primera vez por una mujer. Una mujer en el largo andar de veinte décadas, algo sin precedentes. No entremos a ese debate, por ahora. Pero entonces, hoy, en pleno siglo XXI, ¿cuáles son nuestros héroes?
Hace algunos años, una empresa de encuestas muy famosa realizó un estudio sobre la forma en que se veía a los hombres del pasado. Digo hombres porque salvo notables excepciones todo se cargó sobre los personajes varones del ayer, quitando sistemáticamente la voz, presencia y visibilidad a las mujeres. Pero, insisto, no entremos ahí. Se hizo un análisis, decía, que constó de dos sencillas preguntas: ¿Cuál es el principal héroe de la historia de México? y ¿Cuál es el principal villano de la historia de México? Sencillo. El primer nombre que acudiera a la mente, y ya está. No sorprenderá saber que el gran ganador fue Benito Juárez, prócer favorito del régimen actual y que convencionalmente es referido como el mejor presidente de la historia. Luego le siguieron Emiliano Zapata y Miguel Hidalgo. Las tres revoluciones representadas en el podio histórico.
Hay que recordar que generalmente se resume nuestro pasado reciente en tres momentos muy concretos: la guerra de independencia, la guerra de reforma y la revolución mexicana. O, dirían también, las primeras Tres Transformaciones. Obvio es que con esto se dan por sentado y se omiten otros episodios igual de importantes, pero menos espectaculares por tratarse esas tres de cruentas guerras que dejaron cientos de muertos a lo largo de varios años. Al parecer, nos llaman poderosamente la atención los conflictos armados, y en ellos centramos mayoritariamente nuestra atención tanto los historiadores como los manuales de educación básica, y en consecuencia cualquier aficionado a la historia. No en vano el inicio bélico de nuestro himno nacional: Mexicanos al grito de guerra…
Entre los diez principales héroes, a decir de la encuesta, destaca la presencia de Lázaro Cárdenas, michoacano que fue presidente entre 1934 y 1940, así como el de la única mujer que figura en la lista: Josefa Ortiz de Domínguez, llamada “la corregidora” y cuya implicación en el inicio de la guerra insurgente se ha destacado innumerables ocasiones. La lista la completan los insurgentes Ignacio Allende y José María Morelos, los revolucionarios Francisco I. Madero y Pancho Villa y (viene la primera sorpresa) Porfirio Díaz. ¡Sí!, el “dictador” que gobernó el país durante más de treinta años, de 1877 hasta 1811. Ese mismo que “modernizó” el país, que trajo primero los trenes de vapor y luego la luz eléctrica. Para él, el nada deshonroso cuarto lugar, apenas a unos pocos decimales del bronce.
Pero no es lo más llamativo el que “don Porfirio” figurase entre los principales héroes de México, sino lo arrojado por la segunda encuesta, la de los villanos, donde Díaz figura también en el cuarto lugar, prácticamente con el mismo porcentaje de menciones. Entonces, ¿fue héroe o villano, en qué quedamos? Volveremos sobre ellos al cierre. Luego, muy lejos, por encima de él, las tres preseas de indignidad fueron para Antonio López de Santa Anna (nuestro mejor vendedor, como recita Óscar Chávez en la canción “La Casita”), luego Victoriano Huerta y finalmente Hernán Cortez. ¿Algo que discutir? En este caso habrá que remontarse mucho tiempo atrás para ubicar a Cortez, el conquistador que se encargó de la caída de México-Tenochtitlán justamente en un mes de agosto de hace poco más de cinco siglos. ¿Qué más vileza que esa? Quizás la de Huerta, quien traicionando al presidente Madero lo tomó preso junto al vicepresidente Pino Suárez y les dio muerte en medio de la llamada Decena Trágica. Completan la lista de ocho villanos: Maximiliano de Habsburgo y Agustín de Iturbide (ambos que fueron emperadores del país), Moctezuma (a quien también podría referirse de ese modo) y finalmente José de León Toral, personaje poco conocido cuya más destacada acción de vida fue darle muerte al presidente electo para un segundo periodo Álvaro Obregón. Salvo este último caso, todos estos malosos fueron gobernantes, desde el siglo XVI hasta el XX, no parece casualidad.
No creo que haya mucho que refutar, si partimos solo del conocimiento “social” o “popular” de la historia, es decir, el que se sujeta a la educación que nos fue dada o a la discursiva que los gobiernos (de ayer y hoy) replican. Tenemos muy firmes a los “beneméritos de la patria”, aquellas figuras broncíneas inmaculadas que se asemejan más a La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine que a la historia crítica. Pero en medio de todo esto, sobre lo que me interesa reflexionar es lo siguiente: para el caso de México, en fin, los héroes ¿nacen o se hacen? Es decir, ¿siempre fueron villanos Santa Anna, Cortez y Díaz? Me parece que no, y el hecho de que el último también figure en la lista de héroes lo confirma. ¿Cómo podría ser ambos? ¿Es acaso que la “heroicidad” o “villanía” de cada personaje dependen de la perspectiva desde la que se les vea? ¿son por tanto interpretaciones que se van modificando y ajustando a los momentos históricos, a los gobiernos, al criterio de las personas y de los y las historiadoras?
Cortez no fue villano para los españoles, sino el gran conquistador; luego, Félix Calleja fue llamado el “reconquistador” de Nueva España, mientras Hidalgo y Morelos murieron como traidores, declarados así por las mismas autoridades peninsulares. Iturbide, Santa Anna, Díaz, antes que figuras históricas, fueron caudillos que defendieron causas concretas, oponiéndose a las de sus enemigos, en tanto que muchos otros bien pudieron haberlos considerado héroes. De hecho así fue: Iturbide fue conocido como el Héroe de Iguala, Santa Anna el Héroe Inmortal de Zempoala (como recita el himno nacional) y Díaz el Héroe del 2 de abril. Entonces, pues, la heroicidad o villanía que se les atribuye en realidad fue configurándose con el paso del tiempo, interpretando sus acciones al gusto y conveniencia de quien estuviera en el poder o ejerciera cierta influencia sobre la sociedad. Así, podría concluir, que a diferencia de lo sostenido por Carlyle, estos héroes (y los respectivos villanos) no nacieron, se hicieron. Fueron hechos, agregaría finalmente.
RYE