Columnas

A recuperar la capacidad de asombro

Jesús Melgoza

“A los ojos de un niño, no hay siete maravillas en el mundo. Hay siete millones”. Walt Streightiff

Estoy convencido de que ahora, más que nunca, necesitamos nuevas maneras de recargar nuestras baterías, calmar nuestras inquietudes y cuidar nuestra salud, física y mental. Buscar momentos que nos inspiren asombro o maravilla puede ayudarnos a conseguirlo.

Sentir asombro por las pequeñas cosas, por lo cotidiano, hace que, sin duda, la vida tenga mayor sabor y sentido. A medida que crecemos creemos saberlo todo y vamos perdiendo nuestra capacidad de asombro. ¿No sería genial volver a ser como niños y asombrarnos de aquellas cosas que nos rodean, como si fueran la primera vez que las vemos?

Como el mundo es un lugar completamente nuevo para los niños, ellos tienen la capacidad innata de asombrarse. Entonces, ¿qué pasa durante el proceso de convertirnos en adultos que hace que perdamos esa habilidad de maravillarnos? Tal vez es porque muchos asocian el asombrarse con la inmadurez y, por eso, a partir de cierta edad piensan que son demasiado viejos, sensatos o inteligentes como para sentir asombro.

Creo que nada podría estar más lejos de la verdad. El asombro es la capacidad de percibir lo bello, lo excepcional y lo impresionante en todo lo que nos rodea. Contribuye a nuestra felicidad, creatividad y motivación.

Y no requerimos viajar a París, Nueva York o al Amazonas para lograrlo, ya que observar un cielo nocturno estrellado, una obra de arte, un acto de amabilidad inesperado o el cambio de color de las hojas puede ser igual de asombroso.

Sobre este tema leía recientemente que una oportunidad sencilla pero efectiva es dar un "paseo del asombro": una pausa de 20 minutos para deambular, ser curioso y observar la belleza que nos rodea, incluso puede ser en un lugar familiar, el jardín de tu casa, tu barrio o el centro histórico de la ciudad.

Lo interesante de este paseo es ver todo con nuevos ojos, como si no lo conociéramos, descubrir y redescubrir cientos de detalles que normalmente nos pasan desapercibidos.

El arte, el teatro, la música, la pintura, la escultura, incluso la gastronomía… nos ayudan a recordar que el ser humano es capaz de crear maravillas. Podemos sentir asombro por los logros de los demás, ya que cada obra conlleva tiempo, energía, perseverancia, destreza y creatividad.

En esta búsqueda puede ser muy interesante usar nuestros cinco sentidos. Por ejemplo, al analizar, tocar, sentir, oler, degustar, escuchar los elementos presentes en la naturaleza. Tocar una hoja, escuchar a los pájaros trinar, percibir el aroma de una flor, mojarnos con la lluvia, comer una fruta.

Sacar tiempo para aprender cosas nuevas acerca de elementos cotidianos puede resucitar nuestra habilidad de sentir asombro. En definitiva, considero que recuperar la capacidad de asombrarnos ante lo pequeño, lo simple y lo natural puede devolvernos esa ilusión por la “magia” que teníamos en nuestra niñez. Abramos los ojos para encontrar siete millones de maravillas a nuestro alrededor.

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